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Diversidad lingüística en España

Recorrido por España

Sunday 12 March 2006, by nohelia faguaga

JUSTIFICACIÓN
El recorrido que propongo por la diversidad lingüística de las tierras de España aspira a suscitar diversos elementos de reflexión y a sugerir posibles vías de indagación en mayor profundidad entre quienes se dedican a la enseñanza o al aprendizaje del español como lengua extranjera (E/LE).

Recorrido por la diversidad lingüística de las tierras de España
José Enrique Gargallo Gil (gargallo@ub.edu)

Universidad de Barcelona

Al profesor de E/LE se le ofrecen contenidos aprovechables en su tarea docente, con la posibilidad de acceder además, a través de los enlaces que el hipertexto procura, al apoyo didáctico de una abundante aportación de mapas y otras muestras de complemento. Por más que la labor prioritaria del profesor de español para extranjeros sea la de transmitir el buen uso de esta lengua, no me parece de más que disponga de herramientas para dar a conocer también la compleja realidad lingüística de la España actual. Antes que entorpecer su labor docente, habrá de enriquecerla el conocer (y hacer conocer) mejor la fisonomía diversa de lo que se habla hoy en España, así como (acaso aún más importante) la diversa percepción que los filólogos (españoles y extranjeros) tienen de esa compleja realidad. El docente de origen español, a quien le ha de ser más familiar cuanto aporto en mi recorrido, bien pudiera hallar argumentos de refuerzo para justificar ante el alumnado su propia condición de hablante de tal o cual variedad lingüística, tal vez su calidad de bilingüe. El docente de español que, en cambio, no es originario de España y posiblemente no la conoce como el nativo del país, debiera encontrar aquí no menos elementos de aprovechamiento didáctico.

Por su parte, el estudiante de E/LE (que presumiblemente no será originario de España) habría de obtener asimismo beneficio de lo que le ofrece mi texto, especialmente si se trata de un aprendiz de nivel intermedio al menos. Ya sea a través de una lectura guiada por el profesor, ya sea por medios propios, y siempre con la ayuda del abundante material gráfico de apoyo, el estudiante de español puede encontrar aquí informaciones con las que comprender mejor la realidad del país. Ojalá que el texto le sirva de guía en sus viajes, en el trato con la gente, incluso en la cabal interpretación de aquella literatura que recrea la diversidad lingüística de algunos escenarios de España.

Y en cualquier caso, sea o no docente de español (LE), sea o no aprendiz de dicha lengua, confío en que al lector que quiera acompañarme en este recorrido por las tierras de España le aproveche la lectura. De la que han realizado de mi texto los colegas Antonio Torres Torres y Mar Cruz Piñol, de sus consejos y sugerencias, ya he sacado yo no poco provecho. Quede constancia de mi gratitud a ambos. Gratitud que asimismo hago extensiva a Leticia Martín, por sus desvelos en la adecuación informática de este artículo.

LA DIVERSIDAD LINGÜÍSTICA

"En España hay tres lenguas románicas y una de misterioso origen", nos alecciona en su Diccionario geográfico popular de España Camilo José Cela (1998:48). Y en la misma obra podemos leer una alusión suya a esas "cuatro lenguas españolas" (Cela 1998:76, n. 136).

Cuatro lenguas también, ni más ni menos que cuatro, le atribuye a España Pilar García Mouton en su divulgativo libro titulado Lenguas y dialectos de España (García Mouton 1994:7). Cuatro. Ésa habrá de ser la respuesta que se espera de quien se enfrente a la primera de las preguntas que plantea el apartado final (y complementario) de Ejercicios. ¿Cuántas lenguas hay en España? (pág. 54). Dos páginas más adelante, en las correspondientes Soluciones a los ejercicios, se nos resuelve y ratifica: "En España hay cuatro lenguas: español o castellano, catalán, gallego y vasco. También se pueden encontrar grupos de hablantes de árabe, chino, alemán, etc.". Leamos ahora un extracto del primer párrafo del libro, en que se contiene la materia básica e introductoria que da pie a aquella primera pregunta (con su respuesta).

"Como ocurre en otros países de Europa, en España conviven varias lenguas con otras variedades lingüísticas, a las que se suele llamar dialectos, hablas, etc. La lengua de uso más general es, sin duda, el español o castellano, oficial en todo el país, pero también tienen categoría de lengua el catalán, el gallego y el vasco, cooficiales en las Autonomías en las que se hablan y parte del patrimonio cultural común. Junto a estas cuatro lenguas viven las variedades dialectales [...]" (García Mouton 1994:7)

Español o castellano, al que se suman catalán, gallego y vasco, para redondear el cuarteto de lo que habitualmente se consideran lenguas del territorio español. Al vasco se refiere sin duda Cela cuando alude a una lengua "de misterioso origen" (v. supra). Al castellano o español, al catalán y al gallego, cuando afirma que hay tres lenguas románicas en España.

Me pregunto ahora si es apropiado adjetivar estas cuatro lenguas como españolas (así lo hace don Camilo -Cela 1998:76-). Y me respondo inmediatamente que tal uso del nombre español/-a (adjetivo o sustantivo, según los contextos de uso), extendido a las lenguas de España, es absolutamente equívoco e inconveniente. Habrá de ser reservado, pues, a la única lengua que en la estricta significación filológica merece ese alias de española; a saber, la castellana. Las demás lenguas de España son precisamente eso, lenguas de España, o lenguas que se hablan en España, pero de ningún modo lenguas españolas. En eso estoy con Gregorio Salvador (1987:92), y con lo que transmite el título de su libro, Lengua española y lenguas de España. En eso, si bien no en otros aspectos del libro, como los (según el autor) "evidentes problemas que el multilingüismo español puede ocasionar" (Salvador 1987:9; multilingüismo español en que, por cierto, español ha de entenderse como ’de España’). Otro tanto advierte José Mondéjar (1988:48) sobre la impropiedad de llamar españolas a las lenguas de España que no son el español (o castellano). A más de uno le chocará, pues, que el título de la obra colectiva en la cual aparece su contribución, no atienda la advertencia de aquel filólogo, lo que, desde luego, ya no le es imputable a él, sino a la editora del libro, Aurora Juárez (1988): Las lenguas románicas españolas [sic] tras la Constitución de 1978. Acaso la editora pretendía fundarse en el redactado de la Constitución de 1978, cuyo artículo 3 (tantas veces socorrido), con los tres puntos que lo constituyen, reza de esta guisa (lo podemos leer, por ejemplo, en el libro de Siguan 1992:75, España plurilingüe).

1. El castellano es la lengua española oficial del estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

2. Las demás lenguas españolas [la cursiva es mía] serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.

3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.

Antes de glosar algunos aspectos de dicho artículo 3, me parece oportuno señalar que esta Constitución de 1978 abre la puerta a una nueva etapa en la repartición administrativa de los territorios de España. Entre 1979 y 1983 se van constituyendo las 17 Comunidades Autónomas de que se compone el país, y se redactan y aprueban otros tantos Estatutos de Autonomía. En esta España de las Autonomías (como la nombra Siguan 1992:74-79, a quien remito para un panorama de conjunto de la nueva y vigente distribución territorial), conviven territorios de una definida personalidad histórica con otros de entidad más discutible. Así, las dos Castillas tradicionales, la Vieja y la Nueva, se han dividido e integrado respectivamente en la Comunidad de Castilla y León y en la de Castilla-La Mancha. Y una porción de tierra castellana, la capital de España con su provincia, se ha convertido en la nueva Comunidad Autónoma de Madrid. Hay Comunidades con una sola provincia (como Madrid) y otras con diversas provincias (desde dos hasta ocho). Y merece la pena señalar de paso que esta (sub)división provincial, heredada del siglo XIX, responde a criterios cuya racionalidad no siempre parece la más ajustada a las características (geográficas, humanas, tradicionales) de cada zona. Aparte de los problemas que la distribución por provincias haya podido ocasionar en algún caso (en lo que no me puedo detener aquí), se sigue manteniendo en muchos lugares (así, en Cataluña) el apego a la división comarcal, sentida como más propia por sus habitantes.

Volvamos ahora a la Constitución de 1978, y a su artículo 3, que nada dice sobre cuántas lenguas hay en esta España nuestra de las Autonomías. No declara más lengua oficial que una (el castellano), y deja vía libre a la oficialidad de las demás de acuerdo con los Estatutos de las respectivas Comunidades Autónomas. La Constitución, pues, no nombra más lengua que el castellano (punto 1). Y utiliza el sintagma "lengua(s) española(s)" tanto para la castellana como para las demás de España (punto 2). Demás lenguas que ni se explicitan ni (por ende) se cuantifican. En cuanto al punto 3, no puede ser éste más vago. Cualquier cosa que se hable en cualquier parte de España es una modalidad lingüística de alguna lengua, ya sea el castellano (o español) o las otras lenguas de España (sean éstas las que sean).

Digo yo que, con la misma naturalidad con que deberíamos aceptar que sólo hay una lengua francesa, el francés, y sólo una italiana, el italiano, haríamos bien en reservar lengua española exclusivamente para la castellana. Y con la misma propiedad con que hemos de referirnos a las otras lenguas convivientes de Francia y de Italia (sean unas y otras también las que sean) como lenguas de Francia y lenguas de Italia, es pertinente que identifiquemos las otras lenguas del territorio español como lenguas de España (con el recurso al complemento de nombre: DE + TOPÓNIMO DE REFERENCIA). O con formulaciones alternativas (lenguas habladas en España, propias de España, etc.). Ahora bien, en ningún caso con la etiqueta de español/-a. Ésta conviene perfectamente, en un empleo plural, a tierras y gentes de España (o españolas), pero se torna a mi juicio impropia en un semejante uso plural aplicado a las lenguas (he escrito ya al respecto en mi obra divulgativa Les llengües romàniques: Gargallo 1994:122-123).

Y otro tanto cabría señalar, en ámbitos parciales de la España de hoy, respecto al uso de, por ejemplo, catalán, gallego y vasco. Los tres nombres (con valor sustantivo o adjetivo) son aplicables a las respectivas lenguas (en cada caso, en singular). Pero, pensemos por un momento en que, para referirnos a las dos lenguas cooficiales en todo el territorio administrativo de Cataluña, empleásemos el sintagma (en plural) lenguas catalanas. Por semejante razonamiento, sería aragonesa la lengua catalana hablada en Aragón. Y así podrían multiplicarse los ejemplos, los contrasentidos, la confusión, si fuéramos recorriendo las posibilidades significativas de los nombres que nos sirven para identificar las diversas tierras, gentes y lenguas de España.

Son, pues, lenguas de España el castellano o español, el catalán, el gallego y el vasco. Son lenguas de Cataluña el catalán y el castellano. Son lenguas de Aragón el castellano y el catalán. Pero, ni son sólo cuatro las lenguas de España (como iremos viendo), ni hay únicamente dos lenguas en Cataluña (no olvidemos el aranés -v. infra-), ni para algunos son sólo dos (aunque en ello haya controversia filológica) las lenguas de Aragón.

Tras estas precisiones terminológicas, es el momento de regresar a las lenguas de España que como tales declara en su libro García Mouton (1994), y de acudir también al tratamiento que la autora dispensa a las variedades dialectales (así las nombra) del territorio español. No consideraré en el presente escrito (como tampoco aquella autora en su presentación divulgativa sobre lenguas y dialectos de España) las lenguas no autóctonas, propias de diversos grupos de inmigrantes venidos del exterior de España (así, el árabe y el chino, presentes aquí y allá por todo el país; o el alemán, entre la selecta colonia de residentes en las Baleares), ni (entre otras manifestaciones lingüísticas con menor arraigo a una tierra en particular) el caló de las comunidades gitanas. Sólo atenderé a la realidad lingüística con un asiento secular en cada territorio. Y en el remate de mi texto me referiré también, someramente, a los efectos de la migración interna en España (consolidación del multilingüismo, trasvase poblacional de las zonas rurales a las urbanas, etc.).

El Mapa aproximado de las lenguas y variedades de España (que reproduzco de García Mouton 1994:15) nos servirá de guía para trasladar aquí, en lo esencial, el planteamiento de la autora sobre la configuración lingüística del territorio español. Se trata del Mapa 1 de mi Apéndice. Un mapa en el que se señalan los límites de las diversas parcelas administrativas (las 17 Comunidades Autónomas de la nueva etapa constitucional), y en el que se hace ver la extensión de cada ámbito lingüístico/dialectal en fondo blanco para el castellano/español con sus variedades internas, y en distintos tonos de sombreado para el resto de realidades.

(a) Variedades internas del castellano (o español) de España las hay septentrionales y meridionales (entre éstas, el extremeño, el murciano, el andaluz y el canario). Véanse al respecto las pp. 28-41.

(b) Dialectos históricos (del latín) lo son el aragonés y el leonés, como (siguiendo la terminología tradicional) los nombra García Mouton (1994:16-23), quien además se refiere a la artificialidad de un aragonés unificado o de una lengua asturiana (ibídem); realidades ambas, vinculadas respectivamente a aquellos dos espacios históricos.

(c) Catalán, gallego y vasco, lenguas de España en sus respectivos ámbitos, comparten espacio en cualquier caso con el español, que puede vestirse en cada territorio bilingüe de rasgos de tinte local (para todo ello, v. las pp. 42-53).

Si observamos atentamente el mapa, podemos advertir diversas cuestiones de detalle. Así, que el gallego no es sólo de Galicia (como nos lo podría hacer creer la señalización en exclusiva de Gallego para esta Comunidad), sino que la desborda hacia el este, y tiene presencia en los territorios limítrofes de Asturias y de Castilla y León (lo que en cambio sí precisa la autora en su texto, pág. 48). Por otra parte, no se hace visible la leve penetración del catalán en tierras murcianas (al sur de la Comunidad Valenciana -alias País Valenciano-, a la altura de Alicante). Tampoco hay constancia en el mapa de los varios enclaves de (gallego-)portugués que del lado español de la frontera política con Portugal (la raya) quedan arrimados al amor de este otro país ibérico. Ni se ilustra la presencia (también fronteriza) del aranés en el ángulo noroccidental de Cataluña, en este caso al arrimo de Aragón y de Francia, por más que podemos leer en la pág. 43 de la obra: "En el Valle de Arán no se habla catalán, sino una variedad de gascón.". De hecho, en el Valle de Arán sí se habla catalán, y español, y ambas lenguas son allí (co)oficiales, pero la única autóctona del Valle, y declarada (co)oficial también con las otras dos desde hace una década, es el occitano o gascón de Arán, popularmente conocido entre la población del Valle como aranés.

Y bien, ¿es el aranés una lengua de España? Sin duda alguna sí, afirmo yo. Que sea una variedad de gascón no obsta para que la consideremos una parte del complejo lingüístico occitano, una representante de la lengua occitana (como ésta es reconocida por la romanística de los últimos tiempos). Como es parte del español, o es (sin más) español, la variedad interna (meridional) del español hablado en Sevilla. Y, sin embargo, en el habitual cuarteto de lenguas de España no tiene cabida el aranés. Ni tampoco en el manido tema de debate del bilingüismo en Cataluña, que en aquella parte extrema que es el Valle de Arán no es tal bilingüismo, sino trilingüismo.

Otras preguntas se me ofrecen, vinculadas a una cuestión más amplia (y que creo de difícil respuesta), la de cuáles y cuántas son las lenguas de España. ¿Es el portugués una lengua de España? Claro que sí, pero queda por ver si (independientemente de su nombre) es o no identificable con el gallego, y por tanto la misma lengua en esencia que la gallega (aunque no llamemos igual a una y otra). ¿Es el valenciano una lengua de España? Sólo como variedad (modalidad interna, si se prefiere) del catalán, popularmente conocido como valencià (o valenciano) en tierras de Valencia, sancionado legalmente con tal nombre por el Estatuto de Autonomía valenciano (v. Siguan 1992:85). El valenciano, como el balear (independientemente de la denominación), no es otra cosa que un modo de catalán, y con éste constituye una sola lengua de España. ¿Son el aragonés y el asturiano lenguas de España? No para mi colega Pilar García Mouton, y para un buen número de filólogos que se han pronunciado de diversas maneras sobre la entidad dialectal de las áreas aragonesa y asturiano-leonesa, sobre la artificialidad de tales pretendidas lenguas, aragonesa y asturiana. Lenguas éstas, en cambio, con tanta legitimidad como la catalana o la gallega, para otros filólogos (españoles y extranjeros) que ven la realidad lingüística de España con otro temple. Y aún más delicado y polémico resultaría el planteamiento de Gregorio Salvador (1987:94-95) de que no hay una sola lengua vasca, si no es en la creación del moderno euskera batua, o vasco unificado, pues (siempre según este autor) la más de media docena de variedades dialectales (territoriales) del vasco ofrece una diferenciación interna tal (y también con respecto al vasco originario), que dichas variedades no pueden tenerse sino como lenguas diversas.

Afortunadamente, creo yo, no es fácil dar respuesta unánime y taxativa a la pregunta crucial de cuáles y cuántas son las lenguas de España. Estoy por pensar en qué resultados depararía una encuesta dirigida a todos los profesores de filología española o de cualquiera de las filologías vinculadas al territorio político español (gallega, catalana, vasca, etc.), y en la que se requiriese sin más una relación de las que cada cual considera que son las lenguas de España. ¿Y a alguien se le ha ocurrido pensar en cuáles serían los resultados de tal encuesta destinada al total del censo de población adulta de España?

Acaso no pocos de los encuestados, tanto en una encuesta restringida a filólogos como en la más general (y más impensable; pero no está prohibido imaginar una lingüística-ficción), responderían con las cuatro lenguas habituales, por más que no coincidieran en los nombres, ni en las diferentes versiones de las lenguas de respuesta. Intuyo que en buena parte el consabido cuarteto vendría abonado, más que por un conocimiento sopesado de la realidad lingüística de España, por la inercia de aceptar cómodamente una verdad asentada en la conciencia colectiva de los españoles. Así nos llega, sobre todo, a través de los medios de comunicación. Pero también por la vía científico-divulgativa, como se ha visto.

Ahora bien, es posible que no pocos encuestados ofrecieran más de cuatro lenguas, y no precisamente las mismas, con una casuística de cuantificación/cualificación que me imagino sería bien diversa.

Diversidad de resultados que, según creo, habría de obedecer a variables como la procedencia geográfica, las aptitudes lingüísticas (castellanohablantes monolingües, bilingües, multilingües), el grado de instrucción, factores ideológicos de lo más dispar (nacionalistas de toda condición -también los españolistas-, valencianos anticatalanistas, gallegos lusistas o reintegracionistas, gallegos autonomistas o aislacionistas, etc.).

En menor escala, estoy convencido de que mis intuiciones podrían verse en buena medida corroboradas por una encuesta de ámbito restringido, que el profesor universitario pusiese en práctica entre sus colegas de departamento o facultad, y el profesor de enseñanza media entre sus compañeros de fatigas del instituto. Por cierto, no menos interesante, y bien hacedera, me parece que sería esa misma encuesta entre profesores y estudiantes de español como lengua extranjera.

Al leer esta propuesta (lúdica), más de uno habrá pensado ya en la prioridad de definir claramente qué se entiende por "lengua", y qué por "dialecto", "habla", etc. Como profesor de lingüística y dialectología románicas, me atrevería a declarar que tampoco en eso hay acuerdo entre lingüistas y dialectólogos. No iré yo ahora a resolver en dos trazos la cuestión de qué es "lengua" frente a "dialecto", sobre lo que se ha vertido ya tanta tinta. Sólo diré que "dialecto", en la reflexión filológica e incluso en la creencia, la intuición o los prejuicios de la gente lega (la mayoría), se piensa en general como una faceta dependiente de "lengua", y no viceversa. Dependencia en el tiempo, en el espacio (sincrónico), en la vertiente social.

Así, por ejemplo, son dependencias del latín el aragonés y el leonés, dialectos históricos de aquél, según García Mouton (1994), pero ¿dialectos sincrónicos del español también? Como tales los concibe la Dialectología española de Alonso Zamora Vicente (1960), por estar embebidos de español, fuertemente castellanizados. Lo que no vale para el mozárabe (mejor llamarlo romance andalusí, como aconseja Marcos Marín 1998), compleja manifestación histórica (ya desaparecida) del romance peninsular, continuación dialectal del latín, pero no dependencia (como dialecto) del español, a mi modo de ver. Pues, con semejante argumentación, otro tanto podrían reclamar quienes, desde una vivencia portuguesa actual, pretendieran la portuguesidad lingüística del mozárabe hablado en Lisboa siglos antes de que arraigara en esta Dama de Portugal el idioma portugués. Son diversas las maneras de interpretar cada dependencia dialectal, en relación con determinada lengua (aragonés, leonés, "mozárabe", ¿en relación con el latín o con el español?), pero me parece unánime la consideración del concepto de "dialecto" como subordinado a "lengua".

Y aún se podría redondear aquella propuesta de indagación (al menos una manera tan buena como cualquier otra de pasar el rato) incluyendo un par de preguntas directas del tipo de "¿Qué entiende usted por lengua?", "¿Qué es para usted un dialecto?" (esta última hasta daría pie a un requisito adicional: "Ejemplos de dialectos en España").

Por lo demás, si yo mismo hubiera de someterme a semejante encuesta, debo confesar que fácilmente encontraría argumentos diversos para suscribir listas varias, con un número variable de lenguas (eso sí, siempre por encima de las cuatro), con una disposición diversa de las variedades dialectales de cada lengua, con recurso también variable a unas u otras denominaciones (desde mi uso metalingüístico del castellano, o español).

En el recorrido que a continuación propongo por la diversidad lingüística de las tierras de España, intentaré ofrecer, con los matices que una limitada encuesta no me permitiría expresar, mi personal percepción de lo que se habla en España. De la lengua oficial (castellana) y de las cooficiales en algunas circunscripciones autonómicas. De las que, sin ser cooficiales en sus Autonomías, no por ello dejan de ser menos lenguas en los territorios que las albergan. De las que algunos consideran modalidades dialectales, pero otros reclaman como lenguas dignas de oficialidad.

Iré, pues, visitando los diferentes territorios en que se reparte la España de las Autonomías. Inspeccionaré las correspondientes áreas lingüísticas (su naturaleza, su delimitación, la consideración filológica y el trato legal que se les dispensa). Y ofreceré asimismo algunas cifras orientativas de habitantes y hablantes, que den una idea de otras tantas proporciones demolingüísticas en el conjunto de la población española (rayana a los cuarenta millones de personas en la actualidad).

En este recorrido me han de ayudar diversos mapas ilustrativos, amén de alguna que otra muestra textual o de imágenes que revele aspectos lingüísticos (culturales, folklóricos) sin duda poco conocidos entre el conjunto de los moradores de España. Mapas y otras muestras que iré numerando correlativamente en el texto (con los correspondientes enlaces al Apéndice que completa este artículo). Tal como en el caso del Mapa 1, ya citado (García Mouton 1994:15). Y tal como en el que sigue.

De Siguan (1992:329) tomo el mapa correspondiente a las Comunidades Autónomas con lengua propia, Mapa 2 en el Apéndice.

[Una advertencia, necesaria para este Mapa 2 y varios más que a lo largo de mi texto reproduciré a partir de Siguan (1992): quien consulte directamente el APENDICE [sic] de MAPAS de esta obra (pp. 327-343), por otra parte bien útil, ha de tomar la precaución de restituir, siquiera mentalmente, algunas tildes (acentos, diéresis) que faltan en las mayúsculas, como en el caso de COMUNIDADES AUTONOMAS [sic] CON LENGUA PROPIA. Tildes que yo me tomo la libertad de reponer cuando detecto su ausencia en los correspondientes epígrafes.]

Ya de vuelta a este mapa de Comunidades Autónomas con lengua propia, comienzo por maravillarme de que pueda identificarse una comunidad (autónoma y/o de hablantes) por el atributo de tener "lengua propia". ¿Y qué comunidad de hablantes no tiene una lengua (o más de una) que le es propia, que le pertenece, que le es característica?

Según el mapa en cuestión, son "Comunidades con lengua propia" (de oeste a este, de norte a sur) Galicia, País Vasco, Navarra, Cataluña, Valencia e Islas Baleares. Y me pregunto ¿Pero es que el español que se habla en la (modernamente constituida) Comunidad de Madrid, en Andalucía o en las Islas Canarias, no es lengua propia de tales territorios? Claro que cabría preguntarse antes ¿Qué hemos de entender por "lengua propia"?

Yo no lo sé muy bien. Intuyo que con "lengua propia" se quiere significar una gama de atribuciones tales como genuina, vernácula, autóctona, histórica, legítima, ancestral, etc. Tengo la impresión de que el uso de este adjetivo (propio/-a) se habrá incentivado con la sanción legal que recibe de una serie de Estatutos de Autonomía. Entresaco menciones a diversas "lengua(s) propia(s)" en varios de ellos (v. Siguan 1992:84-86).

"La lengua propia de Cataluña es el catalán [...]"; "La lengua catalana propia de las Islas Baleares [...]"; "Los dos idiomas oficiales de la Comunidad [Valenciana] son el valenciano y el castellano [...] Mediante Ley se determinarán los territorios en los que predomina el uso de una y otra lengua, así como los que puedan exceptuarse de la enseñanza y del uso de la lengua propia de la Comunidad [Valenciana]". "La lengua propia de Galicia es el gallego [...]"; "El euskera, lengua propia del País Vasco [...]"

Seis son las Comunidades Autónomas con lengua propia que declara Siguan (1992:79-83). Y me parece significativo que sean precisamente las seis en cuyos respectivos Estatutos se declara la (co)oficialidad (con el castellano) de alguna otra lengua. Casi da la impresión de que se podría establecer una equivalencia aproximada entre lengua cooficial (con el castellano) y lengua propia. De hecho, la única en cuyo redactado estatutario no hallo mención a "lengua propia" es la de Navarra: "El castellano es la lengua oficial de Navarra. El vascuence tendrá también carácter de lengua oficial en las zonas vascoparlantes de Navarra" (Siguan 1992:86).

Que los textos legales de las otras cinco Comunidades Autónomas hagan mención de una lengua propia, me da que pensar, me sugiere no pocos interrogantes. Por ejemplo, si en cada Comunidad hay alguna otra lengua concurrente (y la hay), ¿ésta se ha de tipificar, por contraste, como no "propia"? ¿Acaso impropia?

El aranés, por una Ley de régimen especial de 1990, y en el marco de un Estatut Especiau d’Aran, es legalmente sancionado como "varietat dera lengua occitana e prŽpia d’Aran" [v. Gargallo 1999a:334; y 340, donde reproduzco el contenido de un tríptico informativo, con la transcripción del artículo 2 de dicho Estatuto Especial, y los cuatro puntos que comprende; todo ello reproducido a su vez en mi Apéndice: Ver Muestra 1]. Lengua propia de Arán, el aranés. Lo que entra en contradicción, a mi modo de ver, con el redactado del Estatuto de Cataluña, en cuyo artículo 3 (punto 1) se declara el catalán como "lengua propia" de Cataluña. Y ya que el Valle de Arán forma parte administrativa de ésta (v. el mapa de Siguan 1992:342 [Mapa 3]), no me parece fuera de lugar la interpretación (¿libre?) de que Arán alberga dos lenguas (estatutariamente) propias: el occitano/aranés, propio sólo de esta comarca, y el catalán, propio de ésta y de las restantes comarcas de Cataluña. Y me pregunto ¿Es posible, de acuerdo con tal concepción de una lengua (exclusivamente) "propia" de un territorio, que coexista con otra lengua "propia" de ese mismo territorio? ¿O es que una (el aranés) es más "propia" que otra (el catalán)? ¿O es que el Valle de Arán no es Cataluña?

Y vuelta a la pregunta clave ¿Qué quiere decirse con propio/-a? Entre las primeras acepciones del DRAE (en su vigésima primera edición, de 1992), leo adjetivos que sirven para definir lo propio, como perteneciente [a uno], característico, peculiar [de cada persona o cosa], conveniente, adecuado, natural, no postizo ni artificial, etc. Leo hasta 14 acepciones. Y por ninguna parte detecto indicios de propiedad aplicada a una lengua en su conjunto y en su relación con determinada colectividad humana.

¿No sería más propio (ac. 4 del DRAE: ’conveniente, adecuado’) llamar a la lengua histórica y ancestral de cada territorio con adjetivos más precisos, de espectro semántico menos amplio? Así, lengua autóctona (v. DRAE, s.v. autóctono: Aplícase a los pueblos o gentes originarios del mismo país en que viven. // 2. Dícese de lo que ha nacido o se ha originado en el mismo lugar donde se encuentra [y aquí cabría ese objeto que es la lengua]). Referido a idioma o lengua, no menos idóneo e inequívoco parece el uso de vernáculo/-a, que el DRAE (s.v.) define como ’doméstico, nativo, de nuestra casa o país’ (con el lexicográfico "Dícese [especialmente del idioma o lengua]". Pero me temo que idioma vernáculo o lengua vernácula son empleos que a más de uno le evocan un recuerdo nada grato, de un pasado no tan lejano, de cuando el español era la lengua de España y los españoles, mientras que las otras de España eran manifestaciones vernáculas, respetables y hermosas, pero tenidas oficialmente por poco más que objetos museísticos. Entiendo por ello las reticencias de algunos a la hora de usar este adjetivo, pero no percibo similar impedimento para el recurso al grecismo autóctono/-a.

Por otra parte, se ha de tener en cuenta que toda autoctonía es relativa. El catalán de Gerona, el castellano de Burgos y el gallego de Santiago acreditan (al menos) mil años de autoctonía. El portugués de Lisboa, el español de Granada y el valenciano de Castellón, varios siglos menos. El castellano en Galicia y Cataluña tiene ya varias centurias de presencia sobrevenida, superpuesta a los romances autóctonos de esas dos tierras. En Cataluña concretamente, una parte nada despreciable de la población (inmigrantes o descendientes de ellos) tiene el castellano como lengua que le es propia (perteneciente, característica, natural, espontánea), por más que no sea ésta la lengua autóctona del territorio.

Y, como ya se ha dicho, en Cataluña hay otra lengua propia, genuina y autóctona, que no es la catalana, sino la aranesa, en ese rincón de la Cataluña administrativa (el Valle de Arán) donde el catalán y también el castellano son sobrevenidos, y yo diría que asimismo propios del Valle, pero no autóctonos. Singular encrucijada pirenaica, ésta del Valle de Arán, con una población que ronda los siete mil habitantes, de los cuales un alto porcentaje (en torno al ochenta por ciento, según Climent 1986:116) entiende y habla el aranés (v. otros detalles en Gargallo 1999a).

Con esta salvedad aranesa, del conjunto de Cataluña (o de la Cataluña restante, si se prefiere) me atrevería a decir que hay dos lenguas en el territorio, la autóctona (catalana) por una parte, y por otra la castellana, que tiene notable presencia en determinadas áreas geográficas y en sectores de la sociedad. Y ambas lenguas son (cada cual a su modo) propias de Cataluña. Som sis milions, rezaba un lema-eslogan propagandístico, bien conocido entre los ya algo más de seis millones de habitantes de Cataluña. País de inmigración, con la que se ha reafirmado el castellano. Tierra que ha sabido mantener también el catalán, que sigue mostrando en la actualidad un destacable grado de conocimiento y uso (v. Siguan 1992:158-166; Siguán 1999).

Mutatis mutandis, algo de la situación de copresencia lingüística en Cataluña entiendo que se puede extrapolar a las Islas Baleares y a Galicia. La totalidad de uno y otro territorio alberga una lengua autóctona (catalán y gallego, respectivamente). La población de uno y otro territorio (poco más de los tres cuartos de millón en las Baleares; dos millones y tres cuartos en Galicia) demuestra altos porcentajes en el uso y el conocimiento de la lengua autóctona (v. Siguan 1992:190-193, 218-221; datos más actualizados en Siguán 1999, Melià 1999 y Fernández Rei 1999:32-44). Aunque en condiciones sociolingüísticas distintas (entre una y otra Comunidad, y con respecto a Cataluña), el castellano está presente asimismo en ambos territorios. El castellano es propio también de Galicia y Baleares, por más que no sea autóctono en parte alguna ni de aquélla ni de éstas. Pero sí lo es en alguna parte de los territorios administrativos valenciano, vasco y navarro, a los que me refiero a continuación.

Como valenciano de origen, de una de las zonas valencianas de habla castellana, me incomoda no poco leer y oír a cada paso noticias sobre la lengua propia de la Comunidad (o del País; me preocupa menos el nombre del territorio), pues siempre se da por consabido que tal lengua propia no es mi (materno) castellano, sino la otra lengua del País Valenciano, con el que ésta comparte nombre (nombre popular y, según la letra del Estatuto, nombre legal). Pero son dos lenguas autóctonas las que se reparten el ámbito administrativo valenciano. Véanse al respecto los mapas que extraigo de Siguan 1992, de las pp. 330 -Difusión y variedades del catalán- y 336 -Valencia. Delimitación histórica de las zonas lingüísticas-; este último, por cierto, plagado de anomalías en la transcripción de topónimos de las "zonas castellano hablantes" [sic, por castellanohablantes]: en versión catalana/valenciana, Ademús y Segorb, por Ademuz y Segorbe; en versión pseudocastellana, Oriuela, y no Orihuela ni Oriola; sin -s final, Cofrente[s]. Se trata de los Mapas 4 y 5 del Apéndice.

Ver Mapa 4 Ver Mapa 5
Son dos lenguas autóctonas -decía- las que tienen asiento territorial en la Comunidad. La valenciana es consecuencia de la extensión hacia el sur del catalán en época medieval (como nos instruye la filología; v. por ejemplo Nadal/Prats 1982). En tanto que la castellanidad lingüística es atribuible a razones históricas diversas según las zonas, y en todos los casos la ampara un arraigo (más o menos) secular en cada zona (véanse otros detalles en la excelente -y desapasionada- síntesis de Nadal/Prats 1982:250-255). ¿Por qué no va a ser considerado el castellano lengua autóctona de esta parte de país? Sólo por su autoctonía, ya merece ser tenido como idioma propio de una porción de Valencia. Pero, además, como se sabe, el castellano está bien presente en los ámbitos urbanos del país, en las zonas de autoctonía valenciana/catalana. Así, en la propia ciudad de Valencia, en Alicante o en Castellón de la Plana, por sólo mencionar las tres capitales de provincia. También esta presencia lo convierte en idioma propio de quienes lo quieren tener como propio.

Y en cualquier caso, entre el conjunto de la población valenciana, que supera ya los cuatro millones de habitantes, alcanza un notable grado de uso y conocimiento el valenciano (o catalán de Valencia). Véase al respecto Siguan (1992:202-208), Siguán (1999) y Sanjuan (1999).

Propio es asimismo el castellano de las partes del País Vasco y de Navarra donde tiene asiento secular, y le ampara a mi juicio la relativa legitimidad que confiere la (también relativa) autoctonía. Leamos al eminente vascólogo (y vasco) Koldo Mitxelena (1977), de su libro introductorio, titulado La lengua vasca.

"Una parte del occidente de Vizcaya, amplias zonas navarras y algunas alavesas son sin duda desde muy pronto -desde que poseemos una documentación suficiente, desde luego- de habla romance. En compensación, por decirlo así, nos consta que, en la Edad Media, la lengua vasca estuvo difundida por la Rioja [...] y por la actual provincia de Burgos. Y, aunque aquí no parece haber testimonios directos, los nombres de lugar, que Corominas viene estudiando sistemáticamente, apoyan inconfundiblemente la tesis de que en altos valles pirenaicos se conservaron hasta muy entrada la Edad Media hablas de tipo éuskaro, muy al este de la actual Vasconia" (Mitxelena 1977:25)

La cita corresponde al apartado que este erudito dedica a los Límites de la lengua vasca. La cronología de su retroceso histórico se ilustra en el mapa de la pág. 40, que reproduzco [Mapa 6; por cierto, faltan algunas tildes en la correspondiente leyenda]. Incluyo asimismo una reproducción del mapa con los límites del vasco y sus variedades, realizado por Louis-Lucien Bonaparte. Según Mitxelena (1977:48), "uno de los precursores [...] de la dialectología moderna [...]". Pionero de la dialectología vasca, el Príncipe Bonaparte nos legó una impagable Carte des sept provinces basques montrant la délimitation actuelle de l’euscara et sa division en dialectes, sous-dialectes et variétés (Londres, 1863). Mapa que incluye (plegado e inserto entre las pp. 48 y 49) Mitxelena (1977) [Ver Mapa 7].

Y, puestos a aprovechar, traslado aquí también los mapas de Siguan (1992), de las pp. 331 y 332: Euskera. Territorio lingüístico y evolución histórica [Mapa 8] y Euskera. Dialectos [Mapa 9].

Distintas modalidades de romance le han ido restando terreno al vasco durante siglos. Castellano, riojano, navarro-aragonés, al sur del mar Cantábrico y del lado meridional de los Pirineos. Gascón, del lado septentrional de esta misma cordillera. Las últimas centurias han presenciado además la superposición de los dos idiomas estatales de ambos lados pirenaicos, el francés y el español.

En cuanto al español, o castellano, creo que merece, en el conjunto del País Vasco (español) y de Navarra, distintas consideraciones sobre su territorialidad. Una cosa es el romance secular, que en su constitución originaria se hizo al amor de la lengua vasca (se suele afirmar que de ésta recibió influencias determinantes en vocalismo -cinco vocales- y consonantismo -aspiración de la f- inicial). Ese romance (cántabro-castellano), poco más al oeste de Bilbao, y dentro aún del actual País Vasco, puede ser tan antiguo, tan autóctono, como el castellano de la vieja Castilla. Me refiero con ello a esa parte del occidente de Vizcaya a la que alude Mitxelena (1977:25). Otra cosa es el romance riojano o navarro(-aragonés), que resta espacio al vasco por otras latitudes (sur, este); romance que ha conocido también a la larga una castellanización más o menos efectiva (más en Navarra; bastante menos en el Alto Aragón occidental, donde aún pervive el romance aragonés, en el límite con Navarra). Y, por fin, otra es la dimensión del castellano que (como lengua oficial de España) se hace también (más o menos) presente en la zona que mantiene la lengua vasca.

El vasco (también llamado euskera o eusquera en castellano, que lo toma de aquél) es, según mi percepción (distante y profana, lo confieso), la lengua autóctona de una parte del País Vasco (o Euskadi), pero también lo es, con distinta antigüedad, el castellano de otros lugares de ese país. Especialmente el castellano de la parte más occidental.

Consideración aparte merece Navarra. Según la Ley foral del vascuence (vascuence, otro nombre para la lengua vasca, homólogo de romance en su derivación latino-románica VASCONICE), esta Comunidad se reparte en tres zonas lingüísticas, vascófona, mixta y no vascófona (véase el mapa que tomo de Siguan 1992:340) [Mapa 10].

En suma, de los dos millones y poco más de habitantes del País Vasco, y del poco más de medio millón de Navarra, hay que señalar que los porcentajes de conocimiento y uso del euskera, tanto en uno como en otro territorio, son sensiblemente inferiores a los observados para el catalán en Cataluña, Baleares y Valencia, así como para el gallego en Galicia. Véase al respecto Siguan (1992:230-261) y Siguán (1999).

Y queda fuera de consideración el vasco que muchos siglos atrás se extendía por los Pirineos (hoy Alto Aragón y Cataluña noroccidental). Ahora bien, propongo que por un momento se trate de imaginar que el vasco hubiera pervivido en alguna parte del territorio pirenaico altoaragonés hasta hoy día. ¿Habría alguien dispuesto a considerarlo lengua propia de Aragón? ¿De una parte de Aragón?

Aragón, como otros territorios de esta España de las Autonomías, atesora una interesante diversidad lingüística, pero a lo peor muchos piensan que no tiene "lengua propia". O que no tiene más lengua que la castellana, amén de diversas "modalidades lingüísticas".

Me temo que aún hay quien cree que son "modalidades lingüísticas" todo lo que en Aragón no es castellano. Acaso por la inercia a que invita la vaga formulación del Estatuto de la Comunidad, en el artículo 7: ÏLas diversas modalidades lingüísticas de Aragón gozarán de protección como elementos integrantes de su patrimonio cultural e histórico.Ó (Siguan 1992:86).

Según muestra el mapa de Siguan (1992:343) [Mapa 11], hay dos áreas en Aragón, al norte y al este, que albergan las susodichas modalidades lingüísticas (así se infiere del título del mapa: Aragón. Modalidades lingüísticas). Dos áreas especificadas en la leyenda como Fablas (aragonés) y Franja (catalán), respectivamente. Pues bien, de este último paréntesis ya podemos rescatar el catalán, que es tan lengua de Aragón (con sus modalidades lingüísticas) como el castellano de buena parte de la Comunidad (con las suyas). Porque, no lo olvidemos, también el castellano, como de hecho cualquier lengua, tiene modalidades lingüísticas. Que el catalán no sea (al menos por ahora) oficial, no significa que no sea lengua (autóctona y propia) de Aragón, por cuyas tres provincias (Huesca, Zaragoza y Teruel) se extiende junto a Cataluña (véase la Franja de territorio que señala el propio Siguan [Mapa 11]). En cuanto a las hablas autóctonas del Alto Aragón (Fablas, según la leyenda de este mismo mapa), cabe insistir en que un sector de la filología española no las considera sino variedades sincrónicas del español, embebidas en éste. Y consideración paralela en ese mismo sector de filólogos merecen las hablas asturianas (sobre lo que volveremos un poquito más abajo). Por más que ambas entidades románicas responden a una génesis latina, equiparable a la de otros romances (catalán, español, gallego), tales dialectos históricos (al decir de García Mouton 1994:16-23) Ïno han llegado a alcanzar la categoría de lenguas [...]" (ibídem, pág. 16).

En esta misma línea interpretativa se orientan M.Å Antonia Martín Zorraquino y M.Å Rosa Fort Cañellas, quienes en el inicio de su artículo sobre La frontera catalano-aragonesa (Martín Zorraquino / Fort Cañellas 1996) escriben que ésta "[...] separa el dominio lingüístico catalán del aragonés, o, si se prefiere, del castellano-aragonés." (pág. 293). Yo no prefiero esa igualación terminológica entre aragonés y castellano-aragonés. No son lo mismo las hablas aragonesas (altoaragonesas) que estas otras que la dialectología ha dado en llamar castellano-aragonesas, en referencia al castellano con elementos de sustrato aragonés. Castellano-aragonés que, por cierto, no sólo se habla en Aragón, sino que se extiende asimismo, junto al sudeste de la Comunidad, por el contiguo territorio administrativo valenciano.

Bajo el título de La frontera catalano-aragonesa (algo equívoco, a mi juicio) este artículo aporta esencialmente una síntesis sobre el Aragón de lengua catalana, fronterizo con Cataluña. Amén de informaciones sobre hablas de transición y hablas castellano-aragonesas (en el sector septentrional), en las que se reúnen indiscriminadamente las hablas altoaragonesas, más norteñas (aragonés, propiamente dicho), y otras claramente castellanas más al sur. A la vista del mapa de referencia (de la pág. 304 del artículo) [Mapa 12], me parece que se han de diferenciar hablas como la de Plan (que quizá algunos recuerdan como "el pueblo de los solteros", en el Pirineo de Huesca), con un aragonés pirenaico de tipo chistavino (v. Mott 1989), y la de Albalate de Cinca (a la altura de Lérida, junto al río Cinca), que habla castellano con algún tizne de sustrato aragonés. Otro aspecto que merece la pena destacar de este mapa es el área marcada como de Hablas de transición, que incluye Benasque (en el extremo septentrional) y una estrecha franja hacia el sur. Y no estará de más apuntar a este propósito que es problemática, y hasta disputada, la filiación lingüística (aragonesa o catalana) de esa zona. Algo que encuentra cierto paralelo en las disputas entre lo gallego y lo asturiano en Asturias (v. infra). Y hay quien, con audacia pero también con fundamento, ha llegado a sugerir si no habrá llegado la hora de considerar el benasqués como un sistema lingüístico singular en el seno de la familia romance (Moret 1998:44-45). Se me hace difícil hablar de una (micro)lengua románica, pero igualmente arriesgado entiendo que es catalogar sin más el benasqués como una dependencia dialectal del tipo aragonés o del catalán. Y si, como yo creo, el benasqués no es claramente ni un dialecto aragonés ni un dialecto catalán, ni (mucho menos) un dialecto castellano (o español), queda en todo caso la constancia de su singularidad romance (¿habla, modalidad, lengua?), de su contribución (fronteriza) a la diversidad lingüística de las tierras de España.

Según los miembros del Consello d’a Fabla Aragonesa, con sede en Uesca (como ellos escriben la capital oscense), el benasqués forma parte del tipo lingüístico aragonés. Y el territorio correspondiente a éste se extiende en el Alto Aragón por una parte de la provincia de Huesca y por una leve porción de la de Zaragoza. Ahora bien, que el aragonés alcance más al sur de la capital de Huesca, como refleja el mapa de Siguan (1992:343) [Mapa 11] y acaso pretenden algunos aragonesistas, se me antoja un tanto aventurado. La castellanización de las hablas aragonesas, más notoria cuanto más al sur, pienso que ha de llevarnos a la prudencia de relativizar la extensión territorial que este mapa nos ofrece.

Sea como sea, los miembros del Consello y de otros colectivos afines han contribuido desde los años 70 a la elaboración de una lengua aragonesa común (para algunos, la fabla, por antonomasia) a partir de aquellas hablas (alto)aragonesas pervivientes. Una lengua a la que estimaciones diversas le han atribuido un número no bien determinado de hablantes, entre diez mil y treinta mil, contando tanto a los hablantes tradicionales (altoaragoneses) como a los neoaragonesohablantes. Véanse al respecto las consideraciones del aragonés Francho Nagore (1999:180-182), presidente del Consello y profesor universitario en Huesca.

Aragoneses hay también que persiguen la dignificación del catalán de la Franja Oriental de Aragón (la Franja de Ponent, desde la perspectiva de Cataluña), en donde buena parte de los en torno a cincuenta mil habitantes del total de la población son además catalanohablantes (v. Gargallo 1999b:239).

Y no son pocos los aragoneses que reconocen en Aragón un territorio trilingüe, en el cual están presentes, además del castellano (mayoritario), el aragonés y el catalán. Aragoneses que reclaman la oficialidad (junto con la del castellano) de estas otras dos lenguas de Aragón. Una Comunidad, por cierto, bien representativa de la desigual proporción demográfica del conjunto de España (véase mi Post scriptum): en la capital, Zaragoza, se concentra más de la mitad del millón largo de habitantes que Aragón alberga.

Del aragonés común ofrezco una prenda en el Apéndice [Muestra 2]. Se trata de uno de los primeros hitos del renacer literario (la que llaman renaxedura) en aragonés: la reproducción de portada y contraportada de No deixez morir a mía boz (1972, 19852), obra del poeta Ánchel Conte.

Del catalán aún quiero añadir que se habla en cinco Comunidades de España, dos de las cuales (y una especialmente) se suelen olvidar. En tres de ellas es oficial: Cataluña, Baleares y Valencia (en ésta, con el alias de valenciano). Pero no lo es ni en Aragón (como se acaba de ver) ni en Murcia.

Sí, en Murcia se habla también catalán, y raro es el mapa lingüístico de España que nos lo haga ver. Este catalán de Murcia no es pervivencia del que en época medieval se extendía por tierras murcianas, sino fruto de una expansión mucho más reciente, del último cuarto del siglo XIX a esta parte. Reciente y persistente fluir de gentes de origen valenciano (de las tierras contiguas de la provincia de Alicante, al sur de la Comunidad), que, llamadas al cultivo agrícola de la zona, han extendido el catalán (valenciano) hasta una serie de pedanías de la demarcación que algunos conocen como El Carxe (apenas un millar de hablantes en la actualidad). Siglo largo de presencia del catalán en esta Murcia fronteriza y olvidada (¿es poco más de un siglo tiempo bastante como para hablar de "lengua autóctona"? ¿acaso sólo de "lengua propia"?). Sin entrar en otros detalles, remito al par de mapas ilustrativos que nos ofrecen Ester Limorti y Artur Quintana (1998) [Mapa 13 y Mapa14]. Generosa, por lo demás, la cosecha de su libro: El Carxe. Recull de literatura popular valenciana de Múrcia.

Me desplazo ahora, en mi recorrido peninsular, al ámbito asturiano-leonés. Y reparo de nuevo en la importancia de las denominaciones. El clásico manual de Dialectología española de Alonso Zamora Vicente (19672 [1960]) contiene un apartado de Leonés (pp. 84-210), donde este dialecto del español se atribuye (más o menos castellanizado) a territorios que hoy corresponden a la Comunidad de Asturias, a la de Cantabria y a la de Castilla y León (véase el mapa plegado que inserta el autor entre las pp. 84 y 85) [Mapa 15]. El dialecto leonés: con recurso al mismo derivado de León, en el lato sentido del Reino medieval que éste fue, así titulaba a principios de siglo Menéndez Pidal (1906) su aportación a dicho romance peninsular, cuya presencia en aquellas tres circunscripciones autonómicas examinaré por separado.

Paso fugazmente por Cantabria. Territorio que yo aún he llegado a conocer como provincia de Santander, y que tradicionalmente se ha denominado también La Montaña. En Cantabria se habla castellano, del más ancestral, y una suerte de leonés oriental, o asturiano, muy castellanizado. A ello responde básicamente la señalización de leonés por el tercio occidental de esta Comunidad en el mapa de García Mouton (1994:15) [Mapa 1].

Asturiano (o asturianu) es el nombre preferido desde Asturias, y no leonés (o lleonés), para el romance autóctono de buena parte de la Comunidad (Principado de Asturias). De Las hablas asturianas (y bajo ese título) escribe Josefina Martínez Álvarez (1996:119-120) lo siguiente.

"A pesar de la independencia histórica con que se forjaron el romance castellano y las hablas asturianas, éstas no son hoy más que una variedad local de español, una desviación válida sólo para relaciones de corto alcance, "para andar por casa". Carecen de rasgos diferenciales suficientes, en cantidad y calidad, para establecer con ellos una modalidad románica totalmente autónoma respecto del español [...]"

Con argumentos semejantes a los de García Mouton (1994:16; v. supra), esta otra autora se alinea con el representativo sector de la filología española que ve en el aragonés y en el asturiano-leonés sendas dependencias dialectales del español.

No lo ven del mismo modo los representantes de la Academia de la Llingua Asturiana, quienes, como se presume ya por el nombre de la institución, abogan por una "llingua asturiana". Basada en la contribución mayor del asturiano central, de la zona de Oviedo (ellos escriben Uviéu), y sin desatender los otros dos bloques de asturiano (occidental y oriental), la lengua asturiana es amparada e impulsada por notorios miembros de la Universidad de Oviedo. En asturiano se ha producido durante las últimas décadas una considerable cosecha escrita (aporto como muestra, en el Apéndice, un texto de aplicación didáctica, un cuento popular titulado L’arcu la vieya, ’el arco iris’, que extraigo de la colección escolar de Neñures, editada por la Academia de la Llingua Asturiana en 1984: Rodríguez / Orviz 19852:53) [Muestra 3]. Y los valedores de la lengua asturiana han encontrado ocasión para dignificarla y legitimarla en el foro de la romanística internacional. Véase al respecto, por ejemplo, la contribución del presidente de dicha Academia, Xosé Lluis García Arias, en el Lexikon der Romanistischen Linguistik (García Arias 1992). Vale la pena ahora leer de este autor lo que transcribo aquí abajo, sobre el nombre y los límites del asturiano.

"[...] en el presente, generalmente, con el nombre de lengua asturiana (o bable) nos refiramos [nos mayestático] de modo principal a la lengua autóctona del Principado de Asturias y en ocasiones también a sus prolongaciones sureñas, administrativamente inclusas en la provincia de León. Por el occidente resulta difícil establecer límites precisos con el gallego puesto que las isoglosas se entrecruzan muy complejamente entre los ríos Navia y Eo y en la región berciana." (García Arias 1992:681)

Jugosa cita, que me sugiere diversos comentarios. Así, que bable es también nombre con cierta aceptación, por más que me consta que los asturianistas de la Academia prefieren asturianu, o llingua asturiana, acorde con el topónimo que nombra el conjunto del Principado. Por otra parte, bable (y no digamos bables, en plural) suele transmitir una percepción de diversidad dialectal y escaso prestigio, y no parece la denominación más dignificante para quien piensa, más que en unas hablas asturianas, en una "lengua" asturiana.

Asturiano que a veces se proyecta nominalmente (con perspectiva asturianista) hacia el sur, y que no estoy muy seguro de que acepten o vayan a aceptar de grado desde estas otras tierras sureñas.

Asturiano cuya vitalidad en Asturias (sobre el conjunto de poco más de un millón de habitantes) revelan medianamente alta las prospecciones realizadas por un estudio sociolingüístico en 1991 (Llera Ramo 1994). Y si bien las perspectivas del asturiano en esta Comunidad parecen harto más halagüeñas que las del aragonés en la suya (Aragón), la consolidación de una tal lengua asturiana dista aún bastante de otros modelos peninsulares, como el del gallego en Galicia y (espejo en el que muchos se miran) el del catalán en Cataluña.

Esa lengua asturiana que radiografía en su estudio Llera Ramo (1994) daría paso, hacia el oeste de Asturias, a una zona híbrida gallego-asturiana, en la antesala de Galicia y el gallego. Y vale la pena que nos detengamos ahora en el intríngulis de esta denominación bimembre, gallego-asturiano.

Gallego-asturiano es el título de la contribución de Emilio Alarcos Llorach al Manual de dialectología hispánica dirigido por Alvar (1996a). Discutible me parece la oportunidad de incluir en semejante manual la caracterización de unas hablas que, como precisa Alarcos (1996:134), "[...] quedan adscritas al dominio del gallego [...]", entre los ríos Navia y Eo. Como discutible creo el que haya dispensado atención este mismo manual, bajo La frontera catalano-aragonesa (Martín Zorraquino / Fort Cañellas 1996), a otra realidad fronteriza ajena al español, el catalán de Aragón. En cuanto al título de Gallego-asturiano, cabe preguntarse a qué responde tal denominación. Pues bien, según justifica el propio Alarcos (pág. 134), a la autoridad de Dámaso Alonso, que designó las hablas de esta zona precisamente con el nombre de gallego-asturiano. Equívoco nombre. Ya que no es lo mismo decir gallego de Asturias que gallego-asturiano. Y, en cambio, Gallego-asturiano es lo que leemos en el mapa dialectal de Asturias que acompaña el artículo de Martínez Álvarez (1996:132) sobre Las hablas asturianas [Mapa 16].

Curiosamente, y aunque no compartan parecer sobre la entidad del asturiano con aquella autora, esta denominación de gallego-asturiano es la que prefieren también desde la Academia de la Llingua para designar la realidad lingüística del extremo occidental de Asturias. Estrategia denominativa, esta otra, de quienes pretenden que aquella tierra extrema de entre ríos (Navia-Eo) es una zona de tránsito tan gallega como asturiana.

Y es bien cierto que por esta parte de Asturias hay algunas hablas de difícil filiación, como la de Navia (a orillas del río del mismo nombre, junto a su desembocadura; v. el concejo numerado con el 41 en el Mapa 16). Lo que me sugiere un paralelismo relativo con el caso benasqués (v. supra), a medio camino entre el aragonés y el catalán. Pero no es menos cierto que la tradición filológica del siglo XX identifica esta Asturias más occidental como de habla gallega. También Josefina Martínez, quien, a pesar de la notación de Gallego-asturiano en su mapa (pág. 132), previamente escribe: "El extremo occidente [de Asturias], desde las estribaciones a la derecha del río Navia hasta los límites provinciales con Lugo, no es más que una prolongación del dominio lingüístico gallego [...]" (pág. 120).

Y si es gallego lo que se habla en la parte más occidental de Asturias, y con seguridad lo es el que se habla junto al límite administrativo con Galicia, no me parece adecuado suscribir (con García Arias 1992:681; v. la cita anterior) que la lengua autóctona del Principado sea el asturiano. Hay dos realidades lingüísticas con el mismo poso de autoctonía en Asturias. Y tan de Asturias es la una como la otra, por más que una (la asturiana) predomine territorialmente sobre la otra (la gallega), por más que una comparta con el topónimo del territorio su base denominativa (asturiano/Asturias; algo así como aragonés respecto de Aragón), y la otra no (gallego de Asturias; algo así como catalán de Aragón). Pero ni una ni otra (como tampoco el aragonés y el catalán en Aragón) son oficiales en el Principado, si bien una Ley de uso y promoción del bable/asturiano, promulgada en 1998, viene a desarrollar el contenido del artículo 4 del Estatuto de Autonomía, que rezaba inicialmente así: "El bable gozará de protección. Se promoverá su uso, su difusión en los medios de comunicación y su enseñanza, respetando en todo caso las variantes [sic] locales y la voluntariedad de su aprendizaje" (v. Siguan 1992:86). Nueva ley que nombra doblemente el bable/asturiano, y se extiende además al gallego/asturiano. Otra es la percepción del gallego de Asturias, y la reivindicación de su oficialidad, desde Galicia, desde la Universidad de Santiago, pero asimismo desde cierto colectivo galleguista de la Asturias occidental.

Hay una Mesa prá defensa del galego de Asturias e da cultura da comarca (MDGA), que publica desde 1992 la revista A Freita, reivindicativa de lo gallego en Asturias. Freita (del latín FRACTA, ’rota’) que ya desde su título evidencia una ruptura de intereses y voluntades sobre este pedazo extremo de la Comunidad. En el número 0 de la revista (marzo de 1992) el orensano Xoán Babarro González, buen conocedor y estudioso de la zona, escribe sobre la frontera entre el gallego (de Asturias) y el asturiano (occidental), y exhibe un correspondiente mapa, que se reproduce además en portada (y yo lo traslado a mi Apéndice: Mapa 17). En dicho mapa, Babarro (1992:12) sitúa la frontera al este de(l) Navia (la población y el río). Y yo sigo insistiendo en que no es cuestión filológica fácilmente objetivable la del límite entre espacios romances como el aragonés y el catalán, como el asturiano y el gallego. Incontestablemente gallega es el habla de concejos rayanos con Galicia (como Taramundi, v. el nÜ 71 del Mapa 16), pero no me atrevería a pronunciarme tan taxativamente sobre la zona de tránsito al este del Navia.

Frente a la reivindicación de la galleguidad de esta zona (con pretensiones más o menos maximalistas), no se ha de ignorar que también desde algunos sectores de población de la tierra Navia-Eo, y desde el centro del Principado (la mencionada Academia, la Universidad de Oviedo), se ve con recelo lo que se considera una injerencia gallega en asuntos internos de Asturias, y se potencia la asociación a lo asturiano. Así me explico yo la estrategia de llamar gallego-asturiano (o gallego asturiano) a lo que (más claramente cuanto más al oeste, al arrimo de Galicia) no es sino gallego de Asturias.

Gallego que se extiende también, más al sur junto a Galicia, por el extremo occidental de las provincias de León y Zamora, en la Comunidad de Castilla y León.

En la parte castellana (central en la península) de esta Comunidad bimembre no hay dificultad para identificar un uso monolingüe del castellano (así en Ávila, Segovia o Soria). Pero en la parte más occidental de la Comunidad, en las provincias de León, Zamora y Salamanca, se nos presenta una llamativa diversidad lingüística. Sobre todo en zonas próximas y rayanas a Asturias, Galicia y Portugal. Para ilustrar ciertas áreas de aquellas tres provincias recurriré a diversas fuentes y mapas ilustrativos. Ahí va, en primer lugar, una cita del maestro Zamora Vicente (19672:86 [1960]).

"En la provincia de León, los límites -siempre de norte a sur- aparecen en el ángulo noroeste con cierta precisión, pudiéndose trazar la frontera por las divisorias de los ríos Cúa y Sil. Los valles de esa comarca presentan un habla de transición, acentuándose el leonesismo cuanto más al oriente nos encaminamos.[...] Los restantes valles hacia occidente [...] hablan una variedad de gallego o de gallego-leonés [...]"

Como en Asturias, el gallego es lengua autóctona en el occidente de la provincia de León, en el límite con Galicia. Y también es autóctono el gallego en una porción occidental de la provincia de Zamora, lindera con Portugal (al sur) y Galicia (al oeste). Como en Asturias, el paso del gallego (de León y Zamora) hacia el romance vecino de oriente (que prefiero llamar aquí leonés, y no asturiano) ofrece hablas de transición, algo bien caracterizador de las fronteras románicas del norte peninsular (piénsese una vez más en el benasqués). Y aun así, nos llega, de la mano de Ana Seco Orosa (1998:41), una reciente propuesta de delimitación precisa de este gallego en León y Zamora. Véase el mapa ilustrativo reproducido en Fernández Rei (1999:77), de donde lo tomo yo [Mapa 18].

Esta franja de gallego hablado en Asturias, León y Zamora, este galego exterior (desde la perspectiva de Galicia), reúne según la estimación de Fernández Rei (1991:113) entre setenta y setenta y cinco mil hablantes de gallego. Estimación que a buen seguro algunos filólogos con perspectiva asturiana (y asturianista) juzgarán un tanto desmesurada.

A diferencia del asturiano en Asturias, su continuador natural hacia el sur, el leonés, no disfruta hoy de la vitalidad ni de la relativa genuinidad de aquél. El leonés, más castellanizado en general cuanto más al sur y al este (v. el mapa de Borrego 1996:142, con cinco zonas numeradas de menor a mayor castellanización) [Mapa 19], ni exhibe una personalidad o especificidad semejante a la del asturiano, ni suscita una reivindicación comparable a la de éste.

Ni el gallego ni el leonés obtienen reconocimiento de oficialidad en el Estatuto de Castilla y León, como tampoco se les dispensa ese trato legal en Asturias ni al asturiano ni al gallego.

Mi recorrido se encamina ahora a la frontera de España con Portugal, a una serie de enclaves fronterizos (del lado español) que atesoran perlas lingüísticas bien poco conocidas en España y entre españoles. En esta excursión fronteriza, que implica la provincia de Salamanca (aún en Castilla y León) así como las de Cáceres y Badajoz (en la Comunidad de Extremadura), me sirve de guía el mapa dedicado a las Linguas da Península Ibérica que incluyen Fernández Rei y Antón Santamarina (1999:505) [Mapa 20].

Un vistazo al mapa, y a la leyenda que lo acompaña, nos permite comprobar no pocas diferencias de trato si lo comparamos con el que García Mouton (1994:15) [Mapa 1] dedica a las lenguas y variedades de España. Este otro mapa, de Fernández Rei / Santamarina (1999:505), nos presenta una España más marcadamente multilingüe. Bastante detallado (si bien echo en falta la leve penetración del catalán en Murcia), incluye como lenguas de la Península el aragonés y el asturiano, y aplica esta denominación (asturiano) a todo el ámbito asturiano-leonés (y no sólo a Asturias). Muestra además la extensión del leonés al Portugal fronterizo (el mirandés, para el que remito a la divulgativa aportación de Maia 1996), y numera del 1 al 5 otros tantos enclaves arrimados a la frontera entre Portugal y España. De los cinco, el último pertenece a Portugal. Se trata del barranqueño, habla mixturada (básicamente portugués entreverado con español meridional) que no corresponde al objeto de este artículo (v. Alvar 1996b). Quedan los otros cuatro, que visitaremos de norte a sur.

El portugués de Alamedilla (1 en el mapa) se suma a la diversidad lingüística de ese ancho solar llamado Castilla y León. Bien poca gente sabe que se habla portugués en esta Comunidad Autónoma, que el portugués es lengua de la Comunidad, por más que sólo sea de una modesta localidad rayana, de apenas unos centenares de hablantes (sobre todo de los mayores de la población).

Otra cuestión (nada baladí) es si este portugués (de Alamedilla) y aquel gallego (de León y Zamora) son o no la misma lengua. Que las llamemos distintamente no significa que tomemos partido por una de las posiciones (¿posicionamientos?) de la filología y la ciudadanía gallegas. A saber, que gallego y portugués son lenguas distintas. Si esto creyéramos (como lo creen sin duda los editores del libro que incluye aquel mapa: Fernández Rei / Santamarina 1999:505), habríamos de reconocer en esta porción de España un territorio (al menos) trilingüe, con castellano, gallego y portugués (y acaso también leonés, ¿o asturiano?). Si, en cambio, pensamos en gallego y portugués como en variedades de la misma lengua (al margen de los nombres), tal como el ilustre filólogo Joan Corominas ("lengua del oeste" o "gallegoportugués", la nombra en su DCECH, I, pág. XII), entonces tendríamos representaciones dialectales de una sola lengua, gallega junto a Galicia, y portuguesa a la vera de Portugal.

Con Portugal confinan también los otros tres enclaves (2, 3 y 4 en el mapa), pertenecientes a Extremadura. No dejará de llamar la atención de quien consulte esta fuente, que el enclave número 2 (en el noroeste de la provincia de Cáceres, junto a la de Salamanca y Portugal) sea tipificado como "Galego" do val do Ellas en la leyenda que acompaña al Mapa 20. Máxime si comprueba que en éste la correspondiente marca identificadora (sombreado de barras verticales) la comparte (a distancia) con el gallego del noroeste peninsular (de Galicia, Asturias, León y Zamora). Llega el turno de otro par de preguntas clave ¿Se habla gallego en Extremadura? ¿Se habla algún tipo de gallego (con o sin comillas) en esta parte esquinada de la región?

El filólogo gallego Xosé Henrique Costas González contribuye al libro editado por Fernández Rei / Santamarina (1999) con un artículo titulado Valverdeiro, lagarteiro e mañego: O "galego" do Val do río Ellas (Cáceres). Valverdeiro, lagarteiro y mañego que son las denominaciones populares, respectivamente, para las hablas de Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo. Val do río Ellas que los lugareños de esos tres lugares no llaman popularmente así (prefieren decir Os tres lugaris, o llamar a cada uno por su nombre, como a las respectivas hablas). "Gallego" que es tal gallego para el gallego Costas y para otros paisanos suyos.

De unos años a esta parte se ha ido instalando en algunos sectores de la filología gallega la idea (aireada también por los medios de comunicación) de que se habla gallego en este rincón extremeño. En la última década he oído y leído a menudo, de fuentes gallegas, sobre galego de Extremadura, galego de Cáceres, galego do Val do (río) Ellas. Así, en el Primeiro calendario escrito no galego do Val do Ellas con que la Asociación Alén do Val (integrada por universitarios de la Escuela de Magisterio de Pontevedra, y con Costas a su cabeza) saludaba el año entrante de 1994. Puede verse una copia del calendario en un libro mío (Gargallo 1999c:92), donde reúno diversos artículos sobre las hablas de este enclave. Y de mi libro traslado esa copia del calendario al Apéndice del presente artículo [Muestra 4], a donde van a parar además dos muestras infantiles que en la década de los 90 obtuve a partir de un sondeo entre escolares de los tres lugares de la zona. Las dos muestras escogidas corresponden a sendas redacciones sobre la matanza del cerdo en Eljas [Muestra 5, Muestra 5B] y San Martín de Trevejo [Muestra 6]. Las dos exhiben titubeos gráficos, criterios de transcripción inconstantes, y un tipo de lengua bastante castellanizada, pero revelan por lo demás la envidiable vitalidad de estas hablas, que conoce y usa la mayor parte de los cinco mil y tantos habitantes del enclave.

Y vuelvo a la cuestión ¿Se habla gallego en Extremadura? Ese título he dado a otro trabajo mío (Gargallo 2000), donde sopeso las razones de quienes pretenden que sí. Razones históricas (repoblación medieval con colonos mayoritariamente gallegos) y razones basadas en la afinidad con el gallego propiamente dicho. Y no deja de sorprenderme que quienes no creen viable un reintegracionismo del gallego al portugués, practiquen en cambio este curioso "reintegracionismo a la inversa", según el cual no es el gallego la misma lengua que el portugués, pero sí es una variedad de la lengua gallega (y no de la portuguesa) este "gallego" de Cáceres.

Otra percepción de estas hablas fronterizas demuestra Juan M. Carrasco González, filólogo de ascendencia en parte gallega y en parte extremeña, profesor en la Universidad de Extremadura. De su artículo Hablas y dialectos portugueses o galaico-portugueses en Extremadura (Carrasco 1996a:140) transcribo lo siguiente.

"Creo que queda claro que no podemos considerar a este grupo dialectal del Valle de Jálama [otro de los nombres para este singular enclave] como una mera variante [yo diría variedad] del portugués, sino como un tronco común medieval galaico-portugués que daría origen, a partir del siglo XIV, al gallego por un lado y al portugués por otro. En cierta medida se trata de una tercera rama [...]"

Si, como apunta implícitamente Carrasco, se pueden considerar portugués y gallego lenguas distintas, desmembradas hoy de aquel tronco común galaico-portugués, el enclave de Jálama no se adscribe dialectalmente a ninguna de aquellas dos lenguas. Si entendemos que la distancia entre gallego y portugués no es tanta como para disgregarlos del seno de una misma lengua (gallego-)portuguesa, las hablas de Jálama forman parte de esa misma (y única lengua). Yo me muevo entre esas dos hipótesis, que me tientan por igual.

En cuanto a los otros dos enclaves (números 3 y 4 en el Mapa 20), cabe afirmar que es inequívocamente portugués lo que allí se habla. Además de este mapa, es muy clarificador el que Carrasco (1996a:146) incluye en su artículo, ya citado. El mapa (que recojo en mi Apéndice [Mapa 21]) distribuye las diversas hablas fronterizas de Extremadura en cuatro grupos dialectales:

(1) Valle de Jálama (dialecto propio de origen galaico-portugués medieval); se trata del presunto "galego" do Val do Ellas de Fernández Rei / Santamarina (1999:505). Enclave sobre el que ya me he extendido en párrafos precedentes.

(2) Herrera de Alcántara (portugués arcaico); (3) Cedillo y franja fronteriza de Valencia de Alcántara y la Codosera (portugués moderno de transición entre beirano y alto-alentejano). Corresponden al enclave número 3 de Fernández Rei / Santamarina (1999:505), quienes anotan en la leyenda Port.[ugués] de Cedillo e da franxa de Alcántara. Aunque presentan continuidad territorial, al sur del río Tajo, son dos enclaves de naturaleza distinta, como precisa en otro artículo Carrasco (1997): antiguo, el de Herrera; constituido del siglo XVIII a esta parte, el de Cedillo con la franja fronteriza de una serie de pedanías dependientes de Valencia de Alcántara y la Codosera. En conjunto, se extiende este portugués fronterizo por una estrecha porción de la provincia de Cáceres (Herrera, Cedillo, Valencia de Alcántara) y continúa hacia el sur por un trecho de la de Badajoz (la Codosera). Lengua portuguesa que presenta una exquisita vitalidad en toda la zona, entre el casi millar de habitantes que suman Herrera y Cedillo, así como entre la también escasa población de aquellas otras pedanías fronterizas. Véase para todo ello Carrasco (1996b y 1997).

(4) Olivenza (portugués moderno alentejano); es el enclave numerado con el 4 en Fernández Rei / Santamarina (1999:505). Según Carrasco (1997:75), Ï[...] la lengua portuguesa se encuentra en una situación muy precaria en Olivenza y tiende a desaparecer. De hecho, ya sólo la hablan las generaciones de edad superior a los 50 o [sic] 55 años [...]". Olivenza alberga poco más de diez mil habitantes en la actualidad. En cuanto a las localidades próximas (algo menos pobladas) de Cheles y Táliga, adscritas también a la provincia de Badajoz (v. el Mapa 15), e incluidas por Vázquez Cuesta / Mendes da Luz (19713, I:78) entre los lugares de habla portuguesa de la zona, me hace llegar el amigo Juan Carrasco por vía (electrónica) epistolar un par de precisiones que traslado aquí. A saber, que nunca se ha hablado portugués en Cheles, a no ser de manera circunstancial, en el caso de algún emigrante del otro lado de la raya; y que en Táliga, tiempo atrás constituido en ayuntamiento independiente de Olivenza, la lengua portuguesa ha acabado por extinguirse entre las últimas generaciones de hablantes. Por fin, no estará de más mencionar que el área de Olivenza, anexionada a España en 1801, es todavía motivo de litigio, pues Portugal no renuncia a su soberanía sobre la zona (¿una especie de "Gibraltar portugués"?). Léanse otras consideraciones al respecto, bien ponderadas, de Carrasco (1996b:80-81).

Y sólo me queda añadir, sobre Extremadura, que ninguna de estas realidades lingüísticas fronterizas es reconocida en forma de lengua oficial (la portuguesa, ¿también la gallega?) de la Comunidad.

Nada diré ya de las Comunidades que sólo tienen lo que Pilar García Mouton (1994:28-41) llama "variedades internas" del español: La Rioja, Madrid, Castilla-La Mancha, Andalucía y las dos ciudades autónomas norteafricanas de Ceuta y Melilla, las Islas Canarias.

[No me ocupo del árabe hablado por una parte de la población de Ceuta y Melilla]

Que el catalán, el gallego y el vasco sean "[...] cooficiales en las Autonomías en las que se hablan [...]", como ya hemos leído de aquella misma autora (García Mouton 1994:7), me parece en suma cierto pero incompleto. Por lo que toca al catalán, no es oficial en Aragón ni en Murcia (por más que en esta Comunidad se trate de un enclave poco poblado y de apenas siglo largo de asiento territorial). En cuanto al gallego, tampoco lo es ni en Asturias ni en Castilla y León (¿habría de serlo en Extremadura?). ¿Habría de ser oficial el portugués? ¿Y el asturiano y/o el leonés? ¿Y el aragonés? Aquí dejo el rastro de estas y otras preguntas, al final de mi recorrido.

Sumario por Comunidades Autónomas y áreas lingüísticas

Por circunscripciones autonómicas reuniré en este sumario la información nuclear ofrecida en el texto. No voy a redundar en el carácter oficial del castellano (español), como lengua común de España, que conoce (habla o cuando menos entiende) la práctica totalidad de la población española, pero sí que indicaré la autoctonía de dicha lengua en los territorios autonómicos donde acredita tal condición de autóctona. Además del castellano, que anoto siempre con esta denominación, sólo apunto el nombre (o los nombres) de las demás realidades que alberga cada área lingüística. Entre éstas incluyo el aragonés y el asturiano-leonés (o asturiano y leonés), y dejo para otros el debate de si son lenguas o variedades dialectales (¿del español?). Como también delego en otros la delicada cuestión de si gallego y portugués son variedades de una misma lengua o lenguas distintas. Proclamo, en cambio, el carácter occitano del aranés. Modos diversos de retratar la realidad lingüística de cada parcela territorial nos ofrecen los mapas a los que remito. Así, el de García Mouton (Mapa 1) y el de Fernández Rei / Santamarina (Mapa 20), los únicos de alcance general (España y la Península Ibérica, respectivamente). A ambos mapas remito de manera también general. Y, de modo particular, invito al lector a la consulta de mapas particulares. Añado asimismo entre paréntesis la escueta información de oficial cuando determinada lengua merece ese trato estatutario en su correspondiente Comunidad.

Para mejor orientación del lector, además de las correspondencias entre Comunidades y áreas lingüísticas, ofrezco una relación inversa, donde a cada área lingüística (en primer lugar) se le hará corresponder su dimensión territorial (autóctona) en cada Autonomía.

Circunscripciones autonómicas donde sólo se hablan variedades de castellano: Canarias, Andalucía (y semejante modalidad andaluza en Ceuta y Melilla), Castilla-La Mancha, Madrid, La Rioja. Cantabria habla castellano y una variedad muy castellanizada de asturiano-leonés [v. Mapa 1, Mapa 15, Mapa 20].

Autonomías restantes (de norte a sur, de oeste a este)

 Galicia: gallego (oficial) [Mapa 1, Mapa 20].

 Asturias: gallego (¿gallego-asturiano?), asturiano (bable, ¿bables?) [Mapa 1, Mapa 15, Mapa 16, Mapa 17, Mapa 20].

 Castilla y León: gallego, portugués (¿gallego-portugués?), leonés, castellano [Mapa 1, Mapa 15, Mapa 18, Mapa 19, Mapa 20].

 Extremadura: gallego, portugués (¿gallego-portugués?), castellano [Mapa 1, Mapa 20, Mapa 21].

 País Vasco (Euskadi): vasco (euskera o eusquera) -oficial-, castellano [Mapa 1, Mapa 6, Mapa 7, Mapa 8, Mapa 9, Mapa 20].

 Navarra: vasco (euskera o eusquera) -oficial-, castellano [Mapa 1, Mapa 6, Mapa 7, Mapa 8, Mapa 9, Mapa 10, Mapa 20].

 Aragón: aragonés, castellano, catalán [Mapa 1, Mapa 11, Mapa 12, Mapa 20].

 Cataluña: aranés (oficial), catalán (oficial) [Mapa 1, Mapa 3, Mapa 4, Mapa 20].

 Valencia: valenciano (catalán) -oficial-, castellano [Mapa 1, Mapa 4, Mapa 5, Mapa 20].

 Murcia: castellano, valenciano/catalán [Mapa 1, Mapa 13, Mapa 14, Mapa 20].

 Baleares: catalán (oficial) [Mapa 1, Mapa 20].

Áreas lingüísticas (por Comunidades Autónomas)

 Gallego: Galicia y extremo occidental de Asturias y de Castilla y León (¿noroeste de Extremadura?).

 Portugués: en diversos enclaves de la frontera con Portugal, en la provincia de Salamanca (Castilla y León) y en Extremadura.

 Asturiano-leonés (o asturiano y leonés): la mayor parte de Asturias, noroeste de Castilla y León, oeste de Cantabria (muy castellanizado en esta última).

 Castellano (sólo anoto las Comunidades en que comparte autoctonía con otras realidades lingüísticas): Cantabria (con la matización expresada en el punto anterior), Castilla y León, Extremadura, País Vasco, Navarra, Aragón, Valencia, Murcia.

 Vasco: una parte del País Vasco y otra de Navarra.

 Aragonés: Alto Aragón.

 Aranés: en la comarca del Valle de Arán, en el noroeste de Cataluña.

 Catalán: Aragón (franja oriental), Cataluña, Valencia -con el alias de valenciano- (no en buena parte de las tierras ponentinas ni en el extremo meridional, de habla castellana), Murcia (en el enclave del Carxe), Baleares.

POST SCRIPTUM
Del modo de vida rural a la aglomeración urbana
(otro perfil lingüístico de las tierras de España)

Al espacio bidimensional de las tierras de España que hasta aquí he recorrido, con referencias orientativas constantes a los cuatro puntos cardinales, quisiera finalmente sumar un par de apuntes sobre una tercera dimensión, más humana. A saber, la extrema desproporción demográfica entre el mundo rural y el urbano, resultado de las migraciones internas que en las últimas décadas del siglo XX (especialmente desde los años 60) han llevado a un buen contingente de población de origen campesino a instalarse en las ciudades.

La España de entre siglos, fotografiada de noche a miles de quilómetros de distancia desde uno de esos satélites artificiales que nos vigilan noche y día, deja ver concentraciones de luz en sectores muy concretos. Especialmente en la España peninsular, se adivinará el conglomerado urbano de Madrid (en el centro) y diversos focos de luz en zonas costeras (así, las Rías gallegas, el gran Bilbao, la costa mediterránea con las áreas metropolitanas de Valencia y Barcelona) o algo al interior (Sevilla, Zaragoza). Esa luz nocturna es indicio de gentes a su abrigo. Y la ausencia o la menor evidencia de luz son delatoras de zonas menos pobladas o (casi) despobladas.

Un mapa en tres dimensiones, donde la población de cada zona se midiera cuantitativamente por un relieve más o menos elevado según el número (mayor o menor) de habitantes, nos ofrecería diferencias extremas de relieve demográfico. Mientras que en las zonas de relieve bajo la composición lingüística de los pobladores se mantiene más fiel a una historia de siglos, en las de relieve alto se da una mixtura mayor, alimentada por la inmigración (más o menos reciente) llegada de otras tierras y de otras áreas lingüísticas de España.

La cultura tradicional, con los modos de expresión lingüística que la acompañ(ab)an, parece en buena parte abocada al debate entre el recuerdo y el olvido. El chugo (’yugo’) con sus partes (chuntera, clavillas, trasca, trascón, canaula o canabla) y el aladro (’arado’) con las suyas (clavilla, armiellas, timón, cama, tinella, dental, orelleras, rella) guardan nombres adheridos a objetos de una vida pretérita. Palabras y cosas del mundo rural que fue, como las del chugo y el aladro altoaragoneses del Valle de Gistaín (que tomo de Mott 1989:145 y traslado a mi Apéndice: Muestra 7). ¿Podría alguien decirme si queda por ventura en alguna parte de España, de la España rural, gente del campo que todavía hiende la tierra con el arado y unce con yugo sus animales de labranza? Nuevos modos de vida han ido soterrando otros tantos aspectos materiales de tradición secular, con su bagaje lingüístico (léxico, expresiones, refranes). Me consta que sigue habiendo lugares de la España rural donde se practica la tradicional matanza del cerdo, pero ya no es, sin duda, la costumbre tan extendida de hace sólo medio siglo. Aún pueden explicarnos la matanza algunos niños de pueblos como San Martín de Trevejo o Eljas, en el noroeste de Extremadura (véanse las prendas infantiles de la última década que ofrezco en mi Apéndice: Muestra 5, Muestra 5B y Muestra 6). ¿Pero podría explicar otro tanto cualquier escolar de Madrid, Barcelona o Bilbao?

En Barcelona suelo ver camiones de una compañía de mudanzas, de nombre Ababol (me excuso por la publicidad). Ababol (una de las primeras voces en ordenación alfabética) es, según el Diccionario académico (DRAE, s.v.), voz homóloga de amapola, variante geográfica del nombre de esta flor, denominación conocida en regiones del oriente de la Península. Uso peninsular oriental que confirma y precisa Joan Corominas (DCECH, s.v. amapola) como de Murcia, Aragón, Soria, Cuenca y Valencia (en Liria, de habla valenciana, y en el castellano churro de Villar del Arzobispo). Puedo añadir a estos dos últimos testimonios (entre paréntesis) los de otras hablas churras (DRAE, s.v. churro2, rra: Dícese de los aragoneses y de los habitantes de la parte montañosa del Reino de Valencia que hablan castellano con rasgos aragoneses), como el de mi Puebla de Arenoso natal, en la provincia de Castellón. Desde hace tiempo sospecho que el nombre de aquella compañía de mudanzas lo tiene que haber ideado alguien procedente de alguna de estas zonas orientales, usuarias de ababol. Alguien que se lo haya traído consigo a Barcelona (no me consta ababol en esta parte del ámbito lingüístico catalán, sino el general rosella; véase el DCVB, s.v. rosella; y el DECat, s.v. rosa). Un día de éstos me decido a la acción detectivesca, me hago con el teléfono de la empresa y llamo para indagar sobre la procedencia del empresario. Averiguo por fin que el dueño es originario de León. Tras varias llamadas y demostraciones de insistencia, me hacen saber que pasó unos años en Aragón, y que de allí se trajo la idea de llamar a su empresa con el nombre aragonés de la ’amapola’ (al parecer, por lo bien que le sonaba ababol).

El paisaje urbano de Barcelona nos ofrece, en infinidad de nombres de establecimientos, otras tantas alusiones a topónimos que suelen ser indicios de procedencia. Sé que mi amigo Manolo, del Restaurante Compostela (y aquí no excuso la publicidad, ni la amistad), es originario de una aldea próxima a Santiago. Es uno de los hablantes de gallego que viven en Barcelona. Algo así se puede sospechar de algún otro restaurante que contiene en su nombre la alusión a la comarca leonesa del Bierzo (podría ser del Bierzo que habla gallego, o del de habla leonesa). Y en Barcelona viven no pocos aragoneses, de las áreas de habla castellana, catalana y (alto)aragonesa. A uno de los Centros Aragoneses de Barcelona acuden regularmente paisanos de mi pueblo (de habla castellano-aragonesa, como ya he apuntado). Y aseguraría que cualquiera de los habituales del Centro (de la Calle Joaquín Costa) había de reconocer sin dificultad la palabra ababol. Otras voces, otras querencias lingüísticas, otras lenguas de España (además del catalán y el castellano) se pueden oír en Barcelona (también el aranés). Diversas modalidades (y tonalidades) de castellano habitan en las ciudades del área metropolitana. Y cualquier abril es bueno para visitar la segunda Feria de Abril más importante del mundo, después, claro está, de la de Sevilla: la que durante los últimos años se viene celebrando en ciudades próximas a Barcelona (Barberà del VallÀs) o contiguas a ésta (Santa Coloma de Gramanet, Sant Adrià del BesŽs), o en la propia Barcelona.

Son, en suma, impresiones nacidas de mi vivencia barcelonesa. Otras aglomeraciones urbanas, especialmente receptivas a la inmigración en los últimos decenios, pueden ofrecernos otro perfil de la diversidad lingüística en España. Así, algunas ciudades del País Vasco: sé de una comunidad de hablantes mañegos, originarios del cacereño San Martín de Trevejo (Grupo o enclave 1 del Mapa 21), que siguen hablando su natural mañego en Zumárraga (provincia de Guipúzcoa) a centenares de quilómetros de la patria chica. Así también, la propia capital de España y su contorno (amigos tengo que hablan catalán y gallego en Madrid). La nueva diversidad lingüística urbana, amén de la tradicional y secular en cada territorio, también la dialéctica entre el español y las otras lenguas de España, son en conjunto algunos de los retos de convivencia a que se enfrentan los españoles, más allá de este mitificado año 2000.

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Mott, Brian (1989): El habla de Gistaín, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca.

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Zamora Vicente, Alonso (19672 [1960]): Dialectología española, Gredos, Madrid.
PROCEDENCIA BIBLIOGRÁFICA DE MAPAS Y MUESTRAS DEL APÉNDICE
Mapa 1: García Mouton (1994:15).

Mapa 2: Siguan (1992:329).

Mapa 3: Siguan (1992:342).

Mapa 4: Siguan (1992:330).

Mapa 5: Siguan (1992:336).

Mapa 6: Mitxelena (1977:40).

Mapa 7: Mitxelena (1977: plegado e inserto entre las pp. 48 y 49).

Mapa 8: Siguan (1992:331).

Mapa 9: Siguan (1992:332).

Mapa 10: Siguan (1992:340).

Mapa 11: Siguan (1992:343).

Mapa 12: Martín Zorraquino / Fort Cañellas (1996:304).

Mapa 13: Limorti / Quintana (1998:16).

Mapa 14: Limorti / Quintana (1998:22).

Mapa 15: Zamora Vicente (19672: mapa plegado e inserto entre las pp. 84 y 85).

Mapa 16: Martínez Álvarez (1996:132).

Mapa 17: Babarro (1992:12).

Mapa 18: Fernández Rei (1999:77).

Mapa 19: Borrego (1996:142).

Mapa 20: Fernández Rei / Santamarina (1999:505).

Mapa 21: Carrasco (1996a:146).

Muestra 1: Gargallo (1999a:340).

Muestra 2: Conte (19852: portada y contraportada).

Muestra 3: Rodríguez / Orviz (19852:53).

Muestra 4: Gargallo (1999c:92).

Muestra 5, Muestra 5b: Gargallo (1999c:88-89).

Muestra 6: Gargallo (1999c:90).

Muestra 7: Mott (1989:145).

© José Enrique Gargallo Gil, 2000.

El URL de este documento es <http://www.ub.es/filhis/culturele/g...>


© 2000
Facultat de Filologia
Universitat de Barcelona

Cultura e Intercultura en la enseñanza del español como lengua extranjera
se empezó a publicar como un monográfico de la revista Espéculo: http://www.ucm.es/info/especulo/ele/